Una de las últimas aventuras creativas de la diseñadora Amaya Arzuaga ha dejado boquiabierto a más de uno. De color rojo brillante, con reminiscencias florales, equilibrado y fresco, obtuvo una excelente acogida en el mercado nacional e internacional, funcionó muy bien en Nueva York, recibiendo los parabienes de algunos de los críticos y expertos en la materia. Y es que, pese a lo que pudiera pensarse con esta descripción, en esta ocasión no ha sido el mundo de la moda el que ha aplaudido la creación de la burgalesa, sino un ámbito diferente pero que también conoce en profundidad, el de la enología, ya que el producto en cuestión es un cuidado vino elaborado bajo el amparo de la Denominación de Origen Ribera del Duero.
Con la estrecha vinculación de la diseñadora con el sector vitivinícola, su padre creó a primeros de los 90 las Bodegas Arzuaga-Navarra, que en apenas dos décadas se ha convertido en uno de los buques insignia de este marchamo de calidad, parecía cuestión de tiempo que se lanzara a la elaboración de su propio caldo de calidad. «Es una idea que llevaba madurando muchísimo tiempo. Había que decidir qué tipo de vino queríamos hacer, enontrar las uvas y el viñedo adecuado y aquí estamos, muy contentos», reconoce la creadora.
La solución a estas cuestiones las encontró en las cepas prefiloxéricas existentes en tres parcelas de la finca La Planta. Para este nuevo proyecto, recurrió una vez más a su filosofía. «En realidad, el proceso que utilizamos es el mismo que para hacer la ropa. Todo muyu artesanal», indica Arzuaga. La vendimia se realizó de forma manual, «racimo a racimo, casi uva a uva», se llevó a cabo un pisado parcial diario hasta el principio de la fermentación, que se realizó con racimos enteros sin despalillar y permaneció en barrica durante más de año y medio.
El resultado se pudo comprobar en mayo de 2009, cuando salieron al mercado las 4.000 botellas del primer vino elaborado bajo el paraguas de Amaya Arzuaga y al que uno de los gurús de este mundo, Robert Parker, le puntuó con la nada desdeñable cifra de 96 puntos.
Rojo con reflejos violáceos vivos y brillantes a la vista, uno de sus aspectos más sorprendentes es su aroma a flores, frente a los típicos afrutados de la zona, pero sin dejar de conservar los matices propios de los vinos de la Ribera del Duero. Por último, en boca llama la atención su equilibrio y frescura, para dar paso a un recuerdo franco que invita a seguir bebiéndolo. En la consecución de este producto, afirma la diseñadora, «me he implicado, he dado mi opinión, sé qué tipo de vino quería hacer pero, evidentemente, detrás están el enólogo y mi hermano».
Su incursión en el mundo de la enología no ha hecho que Amaya Arzuaga haya olvidado ni por un momento su pasión por la moda. «Casi todos los procesos creativos tienen muchos puntos en común y son muy similares. Luego, de hacer un vestido a hacer un vino, no tiene nada que ver», advierte la burgalesa. De hecho, el vino hace constantes guiños al mundo de la moda. Empezando por la etiqueta, en la que destaca una figura femenina luciendo un característico diseño de la creadora, que hace evocar más un catálogo de alguna pasarela internacional que una botella de vino. Además, se ha evitado la calificación tradicional que diferencia el vino en función de su tiempo de estancia en madera en crianzas o reservas y se ha optado por denominarlo Colección, añadiendo el año en que se recolectó la uva con que se ha elaborado. En este caso, el primero es Amaya Arzuaga Colección 2006.
Los buenos resultados obtenidos han hecho que ya se esté trabajando en la segunda añada. Sin embargo, advierte la impulsora de la iniciativa, no se hará todos los años, solo aquellos en los que se considere que se cuente con la materia prima adecuada para ello.
DIARIO DE BURGOS