Colesberg es una ciudad semidesértica del centro de Sudáfrica donde solo llueve dos veces al año. De un día para otro, el campo florece inundándose de miles de colores que surgen de la nada. Allí creció el diseñador Anton Heunis y, aunque hace tiempo que lo dejó atrás, el arcoíris que aparecía en aquellos días de lluvia continúa grabado en su memoria. En su taller madrileño, del que salen cada mes cerca de 4.000 piezas de bisutería, replica ese universo multicolor a través de cristales y piedras semipreciosas.
Con puntos de venta en más de cuarenta países, espacio exclusivo en la neoyorquina tienda Henri Bendel, y admiradores influyentes como la bloguera rusa Miroslava Duma, las creaciones de Anton Heunis viven una época dorada impulsadas por la tendencia actual de lucir bisutería de gran tamaño para complementar estilismos informales. “Yo prefiero llamarla joyería de moda en lugar de bisutería”, incide Heunis, sentado en un rincón de su estudio. Sus diseños son una mezcla que transita del punk al rococó. Para él nada es demasiado. Las piedras de los años cincuenta se mezclan con cristales de Swarovski y afilados pinchos bañados en oro.
Debajo del logotipo de la marca se puede leer handmade in Spain (hecho a mano en España). “Lo añadimos porque nos dimos cuenta de que en el extranjero ven como un valor añadido que el producto esté hecho en Europa, y más aún en España”, explica el diseñador. Todos los collares, pulseras, pendientes y anillos se elaboran en su taller de Madrid, donde trabajan 15 artesanos. Considerando las ventas que registran actualmente, resulta difícil imaginar que en este tranquilo estudio del barrio madrileño de Justicia se manufacture tal volumen de producción. Pero así es. “A veces hay diseños que no puedo hacer porque necesitan demasiado tiempo. Intentamos que una pieza no lleve más de tres horas de trabajo porque si no el coste se eleva demasiado”. Lo único que no hacen ellos mismos son los baños en oro y plata, que encargan a un taller de Mallorca.
La historia de Anton Heunis comienza a miles de kilómetros de Madrid. En Sudáfrica, el país que le vio nacer en 1976. Desde pequeño tuvo claro su objetivo. Estudió Bellas Artes, se especializó en joyería y realizó un posgrado en Alemania. Tras experimentar con la joyería contemporánea (en la que una sola pieza puede llevar meses de trabajo), decidió que su lugar estaba en el prêt-à-porter y se marchó a Londres. Allí trabajó en los talleres de Roberto Cavalli y Emanuel Ungaro. “Tuve que cambiar el chip. Aquí tenía dos días para hacer un corsé (…) Me di cuenta de que por mi personalidad, soy muy impulsivo y espontáneo, encajaba mejor en esa manera de trabajar.
“Siempre he tenido muchísimas ideas, y las técnicas de la bisutería me han facilitado llevarlas a cabo”, cuenta Heunis. “Pero llegó un momento en el que, como cualquier artista, quise algo de reconocimiento. Cuando veía mis cosas en las tiendas de Cavalli nunca pude decir ‘yo he hecho esta pieza’, porque por contrato no podía”. Fue entonces cuando decidió montar su propia empresa. El destino quiso que fuera en Madrid, ya que su pareja (y socio) se mudaba. Él decidió acompañarlo hasta la capital española.
“Si hubiera sabido lo difícil que iba a ser, nunca lo habría hecho. Fue muy duro”, destaca el diseñador. Estaba en una ciudad nueva y desconocía el idioma. “Necesitaba un galvanizador [aparato para dar baños de oro], buscaba ‘bañadores’, y claro, me aparecían bañadores de vestir”, recuerda el diseñador entre risas. “Al principio yo quería hacer joyas de verdad, pero no tenía dinero para adquirir plata ni nada, así que mi única opción era comprar cuentas en Pontejos. Así empecé a hacer los primeros collares”. Con una selección de piezas bajo el brazo, Heunis fue de tienda en tienda hasta que Piamonte, Fahoma y Delitto e Castigo, tres establecimientos madrileños, apostaron por él.
Heunis se levanta, sale de la habitación y regresa con una pieza que conserva con especial cariño. Se trata de un collar con cristales y piedras naturales que diseñó en 2007 y que llegó a las páginas de la edición estadounidense de la revista Harper’s Bazaar. Aquella aparición en prensa multiplicó sus pedidos y aceleró el crecimiento de la marca. Heunis atesora ese collar como recuerdo de que las jornadas de trabajo de 12 horas y los años sin recibir un sueldo al final tienen su recompensa.
Hoy, siete años después, el joyero lanza 300 modelos distintos cada temporada. Los concibe según su mercado de destino. “Cuando diseño tengo en cuenta si es para mi clienta japonesa, o para mi clienta rusa…”, explica. “Pero las tendencias se están internacionalizando. Por ejemplo en Japón, donde suelen llevar piezas más finas, también están poniéndose de moda los maxicollares, aunque no tan grandes como los que se venden en Arabia Saudí”.
En España sus diseños calaron un poco más tarde. “Yo pensaba que las españolas eran más clásicas, pero ahora hay una generación (influenciada por las blogueras) que arriesga más, especialmente en el sector de la bisutería”, apunta el diseñador. Ana Pérez Lafuente predijo la invasión de esta tendencia y abrió, en 2010, la tienda multimarca Muïc. “Lo que más se vende son los pendientes, en general, pero Anton Heunis arrasa. Sus modelos de media luna son los más demandados”, cuenta la empresaria madrileña. “Anton tiene la habilidad de crear cosas muy novedosas cuando ya está todo inventado”.
La presencia internacional de la marca y su confianza en la industria española son algunos de los factores que han favorecido su reciente incorporación a la Asociación de Creadores de Moda Española (ACME). Antes el grupo solo contaba con la joyera Helena Rohner en el sector de accesorios. “En este momento los complementos son una parte fundamental de la moda”, explica Pepa Bueno, directora ejecutiva de la asociación. Heunis añade: “Para nosotros, entrar en ACME significa que la marca ya está en otro nivel, que ha madurado”. Al preguntarle sobre su visión de la moda española, destaca la creatividad como característica principal. “Mucha gente no se ha dado cuenta de lo que ha pasado aquí en la industria. Yo desde fuera veía a España estancada en sus maneras, pero en los últimos cinco años ha habido muchísima innovación y talento… Tenemos marcas como Delpozo que están empezando a resonar. La gente piensa que es como hace diez años, que lo de París o Londres es mejor. Al llegar, cuando vi los trajes de luces, los azulejos pintados a mano… Todas esas cosas para mí supusieron una fuente de inspiración tremenda”, señala el diseñador.
Su próximo paso es abrir tienda propia. “La primera la ubicaré en Madrid. A lo mejor no es la apuesta más rentable, pero tengo que ver si todo funciona. Luego supongo que abriríamos en Rusia y en Oriente Próximo”, explica. Citando a Blanche en Un tranvía llamado deseo, una de las obras favoritas del diseñador: “No quiero realismo, ¡quiero magia! Sí, sí, magia”. Nada mejor que esa frase para comprender el mundo Heunis.