Roberto Etxeberria desfila tras presentar su colección otoño-invierno en el tercer día de la semana de la moda de Nueva York.
La cuota de la Madrid Fashion Week ronda los 4.000 euros y la organización aporta desde las modelos al espacio físico pasando por técnicos de sonido y planchadoras. Los gastos del diseñador quedan reducidos a la propia colección y el personal interno.
Pero los resultados de presentar en Manhattan compensan el esfuerzo. Para hacerse un hueco en el mercado internacional hay que estar en una pasarela internacional. Tras tan solo dos ediciones en la cita neoyorquina, Etxeberria ha conseguido sentar en su primera fila a representantes de medios tan influyentes como Financial Times, Women’s Wear Daily (WWD) o Vogue Italia, y ha atraído la atención de Open Ceremony, Saks Five Avenue y Barneys, tres de las tiendas más relevantes del mundo. Un objetivo inalcanzable desde la pasarela madrileña, donde el vasco sigue presentando su trabajo.
Para reforzar la confianza de futuros compradores, Etxeberria recurrió a una versión ampliada de la colección que se vio la semana pasada en Ifema y en la que hace alarde de un exquisito trabajo con pieles. Desde astracán hasta zorros pasando por nutrias. Las piezas de sastrería, “a medio camino entre Japón y el Medio Oriente”, están elaboradas en una lana de paño que el creador ha diseñado junto a una pequeña fábrica de tejidos de Igualada (Barcelona). Los zapatos, otro de los platos fuertes de su propuesta, desembarcaron en la pasarela neoyorquina desde Valverde del camino (Huelva). Para dar si cabe más fuerza a su presentación, contó con la ayuda de Jermaine Browne -coreógrafo de Madonna y Beyoncé y responsable del último show de Victoria’s Secret en Londres-, que dirigió a los modelos y la escenografía de la presentación. El desfile buscaba llevar a la marca al siguiente nivel dentro del mercado estadounidense. Para saber si lo ha logrado o no solo habrá que esperar 10 días, cuando el diseñador lleve este trabajo a la feria de Tranoï, que se celebra también en Manhattan.
“No vendemos como locos, pero lo hacemos como cuerdos”, resume Exteberria. Su marca está presente, entre otros, en media docena de puntos de venta en Estados Unidos y en la mítica boutique parisina L’Eclaireur. “En España, de momento, ninguna boutique multimarca está interesada”, confiesa. Un síntoma más que una casualidad.
Tras 19 años en Nueva York, Custo no se encuentra en un momento tan determinante como Etxeberria, pero si vital. Su gran reto sigue siendo “sobrevivir”. Cuatro semanas después de desfilar en Nueva Dehli y dos días antes de abrir su tercera tienda en Miami, volvía la pasarela sin la que, según asegura, le hubiese sido imposible exportar su marca.
Hoy las redes sociales son una herramienta imprescindible para lograr este objetivo. Instagram, Twitter y Facebook se han convertido en plataformas profesionalizadas para documentar, analizar y promocionar las semanas de la moda. No estar es sinónimo, en este caso, de no existir. Pero la cita neoyorquina siempre se ha distinguido por estrechar lazos entre diseño y nuevas tecnologías. Fue un veterano, Tommy Hilfiger, quién dio este lunes un paso más en esta dirección. Para celebrar el 30º aniversario de su marca, desveló a través de Twitter una de las piezas que presentaría más tarde sobre el simulado campo de fútbol americano en el que convirtió su pasarela, y anunció que pondría inmediatamente a la venta tras el desfile. Lo interesante de este experimento es que, por primera vez, sus seguidores online pudieron ver un adelanto de su colección antes que los asistentes al desfile, cambiando la hasta ahora dirección natural del flujo informativo de la moda.
La industria de las tendencias se sustenta en la reflexión sobre el futuro y nadie puede quedarse atrás. A sus 76 años, Carolina Herrena no está dispuesta a hacerlo. El premio gordo de la colección que presentó este lunes no fueron sus famosos vestidos de noche, siempre listos para saltar de la pasarela a la alfombra roja, sino sus conjuntos de día elaborados a partir de una superposición de piezas de lana gris sobre paño rojo. Chaquetas cocoon con faldas rectas que demuestran que la diseñadora sabe satisfacer las necesidades de una nueva generación de compradoras.
Por eso resulta sorprendente que diseñadores mucho más jóvenes, como Prabal Gurung, sigan mirando obstinadamente al pasado. El mismo domingo, el estadounidense se retrotrajo de una forma quizá demasiado literal a los años noventa. Su colección estaba articulada en torno a vestidos de líneas rectas, escotes cuadrados y bajos triangulares, cuyo máximo aliciente era el ensamblaje geométrico de distintas telas.