Frans Molenaar, el diseñador de moda más famoso de Holanda, se cayó por las escaleras de su casa la pasada Navidad y no pudo recuperarse de sus heridas. Hasta su fallecimiento, a los 74 años, seguía presentando dos colecciones anuales, una exigencia que le mantenía activo porque disfrutaba “trabajando a plazo fijo”. Su entrega al oficio, truncada por el accidente, ha dejado listos los modelos para la temporada de primavera-verano. Con los de otoño-invierno habría cumplido su cita número cien en la pasarela. Un hito en una profesión sujeta a los vaivenes del mercado y la competencia cada vez más dura de las marcas populares.
Molenaar era hijo del director de ventas de una firma de confección, que le ayudaba en sus juegos infantiles a copiar el manto de armiño, y la corona, de la entonces reina Juliana. Mal estudiante, superada la educación obligatoria se apuntó a la escuela de corte y confección. Luego entró en el taller parisino de Charles Montaigne como becario. Después de continuar su aprendizaje con Gérard Pipart y en la casa de modas de Nina Ricci, el holandés presentó su primera colección en su país en 1967. Tenía 27 años y una querencia por el minimalismo y los dibujos geométricos en blanco y negro que ya no abandonaría.
Según los especialistas, sus trajes de chaqueta estaban pensados para vestir a una mujer ejecutiva y femenina. No había ecos masculinos en sus líneas. Además, sus ribetes, más que reforzar el vestido lo adornaban hasta convertirse con el tiempo en su sello personal. La calidad de las telas, otras de sus señas, acabó creando problemas. Eran tan buenas, que sus clientas habituales preferían conservar los modelos a comprarse otros nuevos.
El diseñador fue también uno de los primeros en ampliar su oferta y vistió al Ejército de Tierra, y al personal de vuelo de las líneas aéreas holandesas, KLM. También las cajeras de los supermercados locales, Albert Heijn, y los basureros de La Haya llevaron sus uniformes. Firmó colecciones para la cadena C&A y diseñó cristalerías, ropa para el hogar, bicicletas, gafas y hasta una versión de modelo Ford Ka. En su opinión, la moda debía ofrecer “algo más que alta costura” y los vestidos tenían que ser “siempre cómodos”. La princesa Margarita de Holanda, tía del actuar soberano, Guillermo Alejandro, figura entre sus clientas. A su compatriota Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión Europea, también le gusta lucir sus modelos.
Molenaar debe el despegue de su carrera a una pareja de adinerados carniceros holandeses que financiaron sus primeros pasos. En 1996, él mismo instituyó el premio que lleva su nombre y dona 10.000 euros a los nuevos talentos de la costura nacional.