Si se pregunta a Ralph Lauren, Karl Lagerfeld o a cualquier otra figura de renombre en el mundo de la moda quién es Marvin Traub, la respuesta será mucho más profunda que limitarse a decir que fue uno de sus mejores clientes: el que fuera consejero delegado de la cadena de almacenes Bloomingdale’s convirtió la cadena de almacenes neoyorkina en una referencia imprescindible del comercio minorista en todo el mundo occidental.
Traub, conocido como el showman del retail, falleció el pasado miércoles a los 87 años de edad en su residencia en la zona alta de Manhattan. Padecía cáncer. En ese mismo barrio, el empresario transformó una cadena comercial familiar en todo un referente internacional del lujo. Y eso le convirtió en uno de los comerciantes más innovadores y creativos de su época.
El empresario nació en el barrio neoyorquino del Bronx en la primavera de 1925. Era hijo único. Su padre estaba en la dirección de una firma de lencería y su madre era vendedora en Bonwit Teller. Cuando llevaba un año estudiando en Harvard, fue llamado a filas para participar en el desembarco de Normandía. Fue herido en la pierna. Tras la contienda retomó los estudios y se graduó en 1947.
Al año se casó con Lee Laufer. Empezó a trabajar en Bloomingdale’s en 1950, literalmente desde los sótanos, en el departamento de saldos. De ahí fue escalando posiciones hasta que en 1969 fue nombrado presidente. El cargo de consejero delegado llegaría en 1978. Su ascenso coincidió con la transformación del barrio donde la cadena tenía su sede.
Marvin Traub entendió el alma y el espíritu del mundo de la moda. lo que le llevó a entablar una estrecha relación profesional y personal con los grandes diseñadores de todo el mundo. Era además un maestro de las promociones, con campañas para atraer a compradores con recursos, sin ignorar tampoco a los clientes menos acaudalados o cazadores de gangas.
Esa puesta en escena le hizo a ganarse fieles clientes de la altura de Jacqueline Kennedy y le llevó a abrir paso entre la masa a la reina Isabel II de Inglaterra, cuando acudió a su local en Midtown en 1976. Pero el empresario neoyorquino tenía muy claro que el negocio de Bloomingdales nunca habría crecido tanto si no hubiera tenido una base de clientes tan amplia.
Como señala WWD, publicación de referencia en el mundo de la moda, Traub aportó pasión a una industria que estaba regida por fórmulas. Era un trabajador incombustible, hasta el punto de que estuvo en activo hasta 10 días antes de morir. Además tuvo una gran pasión por viajar y siempre se interesó por empaparse de otras culturas, con las que cultivó sus expositores.
Tras retirarse de la dirección de Bloomingdale’s, fundó en 1992 la consultora Marvin Traub Associates. Eso fue cuatro años después de que la cadena fuera adquirida por la canadiense Campeau Corporation, tras la compra de la matriz Federated Department Stores, y dos antes de que el propio Traub intentara recuperarla cuando Campeau se vio obligada a suspender pagos.
En la ciudad de Nueva York se le consideraba toda una celebridad y diseñadores como Lauren le tenían como figura que había supuesto un apoyo decisivo en sus s carreras. Bloomingdale’s logró sobrevivir, pero ahora es una cadena como menos glamour que durante la época de Marvin Traub y que está en cuanto a precios por debajo de Saks Fifth Avenue y de Neiman Marcus.