La coincidencia en Nueva York, este fin de semana, de la semana de la moda de Nueva York y el All Star estuvo marcada por una sincronía nada casual, ya que el epicentro de la programación del baño de masas más importante de la NBA fue un desfile de moda. No resulta inesperado que la primera edición del evento NBA All Star All Style, celebrado el viernes y retransmitido por televisión el sábado por la noche, llevara la firma del productor LeBron James,uno de los primeros jugadores de la liga de baloncesto de EE UU que ha sabido establecer lazos con la industria de la moda sin limitarse a las marcas deportivas.
El desfile, concebido como un concurso de estilo cuyo vencedor fue el escolta de los Cleveland Cavaliers J. R. Smith, contó con la participación de algunos de los jugadores más mediáticos de la liga americana, que lucieron en su mayoría trajes de lujo ante una audiencia millonaria que ya los ha adoptado como iconos de estilo. Lejos quedan los tiempos en que Larry Brown, el entrenador de la selección de baloncesto de Estados Unidos entre 2002 y 2006, confesaba sentir vergüenza al ver a sus jugadores acudir a eventos oficiales luciendo pantalones cortos, zapatillas deportivas, cadenas, medallas y camisetas. En aquellos años la mayoría de los baloncestistas afroamericanos permanecían fieles a una estética hip hop de fuerte componente identitario. A partir de 2005, sin embargo, la normativa de la NBA estableció que los deportistas que acudieran a eventos oficiales debían ceñirse a un código basado en la chaqueta, los pantalones y la ausencia de detalles ostentosos.
Los deportistas deben ceñirse a un código basado en chaqueta, pantalones y la ausencia de detalles ostentosos en los eventos oficiales
A pesar de las acusaciones de racismo, la medida prosperó, y hoy muchos jugadores de la NBA han encontrado acomodo en la industria de la moda. Así ha sucedido con estrellas como el base del Oklahoma City Thunder, que dirige una línea propia en Barneys New York, o Chris Paul, que milita en las filas de Los Angeles Clippers y suele acudir a eventos de gala con trajes de su diseñador favorito, Tom Ford. Esta misma semana, los grandes almacenes Bergdorf Goodman presentaban su nueva campaña: el protagonista es el alero de los New York Knicks, Carmelo Anthony, que luce impecables trajes de Ermenegildo Zegna Made To Measure, la línea de sastrería de lujo de la casa italiana. Al mismo tiempo, James Harden, escolta de los Houston Rockets y poseedor de una de las barbas más imitadas del mundillo, presentaba una colaboración entre la NBA y la cadena Bloomingdale’s, que los próximos años distribuirá una línea de productos oficiales de la liga de baloncesto. Recientemente, otras empresas de consumo masivo como Zara o Forever 21 han firmado acuerdos similares para capitalizar una de las industrias deportivas más rentables del mundo.
El precedente de este interés se encuentra en la juventud afroamericana de los años ochenta, para la que los jugadores de la NBA representaban un modelo de éxito y ascenso social. Convertidos en ídolos generacionales, no es extraño que protagonizaran algunas de las estrategias comerciales más efectivas del sector de la moda, especialmente en el ámbito del calzado. En 1993, el teórico Michael Eric Dyson escribía que “las zapatillas simbolizan el mecanismo a través del cual los ideales culturales de la juventud afroamericana influyeron en el panorama cultural norteamericano”, y el mejor ejemplo de este mecanismo probablemente sean las zapatillas Air Jordan que Nike elaboró para Michael Jordan, y que supusieron el inicio del despegue de la marca en 1985.
Además de constituir un éxito de ventas hasta nuestros días, alimentaron la polémica: la NBA llegó a prohibirlas en una época en que los protagonistas de los disturbios raciales solían ir calzados con aquellas zapatillas rojas y negras que, paradójicamente, establecieron las bases de un modelo de negocio hoy consolidado. En la actualidad, Nike comercializa líneas en colaboración con leyendas del baloncesto como Kobe Bryant, Kevin Durant o el ya mencionado LeBron James, cuya línea de zapatillas facturó 300 millones de dólares (unos 264 millones de euros) en 2013 y se mantiene como una de las más valoradas. No es la única marca que ha seguido este camino: las Adidas Superstar cumplen este año su 45º aniversario, y lo hacen en un entorno en que la “sneaker culture” y el culto a las estrellas de la NBA presenta rasgos cada vez más globales y menos segmentados.