Hudson Kroenig, entre el diseñador Karl Lagerfeld y la modelo Cara Delevingne, en el cierre de un desfile de Dior.
Tras los fastos de Pitti Uomo, la feria de moda masculina más importante del mundo, llega Pitti Bimbo, consagrada a los desfiles de marcas infantiles. En ella destaca Kristina Pimenova, una modelo de nueve años a la que apodan “la niña más guapa del mundo”. Ha trabajado con Armani, Roberto Cavalli o Burberry (todas en su sección infantil), y saltó a la fama gracias a las redes sociales. Hoy tiene más de dos millones de seguidores en Facebook y más de 600.000 en Instagram, donde cuelga fotos de sus sesiones y portadas. Ambos perfiles están gestionados por su madre, la exmodelo rusa Glikeriya Pimenova. “Cuando tenía tres años mis padres enviaron mis fotos a las agencias. Después me llamaron varias marcas italianas”, contaba recientemente la pequeña en el Corriere della Sera. “Los desfiles son más divertidos que las sesiones, porque hay más niños”.
Kristina no es la única que ostenta el título de top sin haber entrado en la adolescencia. El New York Post se hacía eco el pasado otoño de un grupo de niños que ya ganan más de 40.000 euros al año en su carrera como maniquís. Tal es el caso de los hermanos Baylor y Hudson Cryder (10 y 7 años), que comenzaron su carrera profesional con dos años y ya han sido imagen de GAP, J. Crew y otras grandes cadenas americanas. O Hudson Kroenig (6), hijo del modelo Brad Kroenig. Con cinco años, cerraba el desfile de costura de Chanel del año pasado junto a Cara Delevingne. Meses después aparecía junto a Joan Smalls en la campaña de la colección crucero de la maison, así como en editoriales para la revista W o Harpers Bazaar. Aunque quizá el mini top más famoso sea Romeo Beckham (12), dos veces imagen de Burberry y, como indica su apellido, hijo de Victoria y David Beckham.
Tal vez los artífices de esta fiebre por los niños fashionistas sean las propias celebrities, que nada más nacer convierten a sus bebés en iconos de estilo para niños y adultos. Con 17 meses, Blue Ivy, la hija de Beyoncé y Jay-Z, ya tenía unos tacones de Tom Ford diseñados en exclusiva para ella. Su famosa madre no duda en vestirla exactamente igual que ella (y documentarlo en las redes sociales). Tampoco en registrar su nombre como si se tratara de una marca. Con tres años, la pequeña ya acumula páginas de Facebook y Tumblrs dedicados a su estilo. Algo similar le ocurre a North West (hija de Kim Kardashian y Kanye West). Solo tiene un año, pero ya cuenta con un peluquero y un estilista a su servicio.
Aunque no hace falta tener un linaje mediático para convertirse en un jovencísimo icono de la moda. La madre estilista de Alonso Mateo, de seis años, es aficionada a vestir a su vástago con esmoquins y prendas dignas de un gentleman adulto. Su cuenta de Instagram cuenta con cerca de 200.000 seguidores. La canadiense Amina, de dos, tiene 10.000, y luce estilismos propios de una celebridad madura (enormes gafas de sol incluidas).
Hace un par de años, el diseñador Tom Ford se enfrentó a durísimas críticas por realizar un editorial de moda para Vogue París en el que niñas pequeñas vestían joyas y lucían maquillaje propios de una señora mayor. El pasado otoño, fue Prada la que protagonizó una polémica al sacar a desfilar en su colección femenina a Roos Abels, una modelo de 14 años (antes, ya había contratado a menores para protagonizar campañas de moda adulta). Cualquiera que sea el motivo para que ciertas marcas deseen asociar su imagen con niños o preadolescentes, lo cierto es que es una estrategia cada vez más demandada. Y, para muchos, potencialmente peligrosa.
Hace un año, el Estado de Nueva York aprobó una normativa para regular el trabajo de los modelos menores durante su semana de la moda: tienen que ir siempre acompañados de un tutor, no pueden trabajar después de la medianoche ni hacerlo más de una vez al día y deben descansar un mínimo de 12 horas tras dicho trabajo. Ese mismo otoño, el Senado francés aprobó una reforma para prohibir los concursos de belleza infantiles.