Quizás no habría que desprestigiar la moda
tan apresuradamente.
Quizás habría que considerarla sin prejuicios,
como a cualquier otra industria,
por ejemplo el cine (…)
¿Quizás la moda y el cine
tienen algo en común?
Wim Wenders.
El cineasta Wim Wenders ya adelantó hace años la relación entre moda y cine. Ambas artes se necesitan y se retroalimentan. Ahora, más que nunca. Cine y moda son dos grandes receptáculos de mitos: soñamos con ser Audrey Hepburn con su vestido negro de Givenchy delante de Tiffany´s en Desayuno con diamantes. Creemos que es posible llevar los vestidos de Jean Paul Gaultier que luce Milla Jovovich en El Quinto Elemento, o los tacones de aguja de las protagonistas de Sexo en Nueva York. La estrella de cine genera modas, debido a la relación de identificación que se produce entre estrella e individuo.
Los sujetos humanos que se nos presentan en el cine son para nosotros iconos: los divos y las divas, los personajes que han marcado una época y un sueño. Y para llegar a ser tales, han necesitado un vestuario, un maquillaje y un peinado que les confiere cierta caracterización a través de su aspecto físico. Pero la relación mutua. Es una retroalimentación. Para nosotros es normal, ahora, ver a las grandes estrellas de cine sobre la alfombra roja luciendo vestidos de alta costura (Penélope Cruz, Scarlett Johansson o Diane Kruger). Incluso, algunas, posan para grandes reportajes de publicaciones de moda, como Vogue o Harper´s Bazaar. por lo que el séptimo arte y el mundo del diseño de moda están muy cercanos. Y también grandes diseñadores idean grandes vestuarios para películas, aunque en la mayoría de los casos no se aprecia.
Cada cosa en la apariencia de los personajes tiene un sentido determinado y está ligado a una caracterización social o a una identificación de tipo histórico, como en el caso de María Antonieta, película de Sofia Coppola en la que Kirsten Dunst quedó caracterizada gracias a los pomposos trajes como una de las reinas más amadas, pero también más odiadas. Y recordada por su famosa frase, referida a sus súbditos: “Si no tienen pan, que coman pasteles”. Esta película, además, obtuvo el Oscar al mejor vestuario en 2007. La caracterización histórica triunfa. Otro ejemplo es el último Oscar al mejor vestuario, para La Reina Victoria, este año. La apariencia de los personajes también está ligada a la narración de un sentimiento o de una emoción, como en el caso de Bette Davies en Jezabel, de William Wyler, en la que la actriz desafió a la sociedad de la época, al llevar un vestido rojo en vez de uno blanco, como correspondía llevar a las mujeres solteras de los estados del sur. Pero al final, acabó poniéndose un vestido blanco para que su prometido le perdonara tal desplante. El vestuario es, pues, el gran mecanismo de producción de sentido en el cine.
Grandes divas del celuloide como Lauren Bacall, Katherine Hepburn o Marilyn Monroe pueden ser tomadas como referentes en la actualidad. Todo el mundo recuerda los jerséis ceñidos, las faldas tubo o los shorts, y por supuesto, los vestidos con vuelo, que ha lucido la `ambición rubia´ en películas como La Tentación vive arriba, Cómo casarse con un millionario o Con faldas y a lo loco. Marilyn siempre encarnó el símbolo de sexy, y a ello contribuyó su look, y también fue una de las primeras `pin up´. No se distinguió por una forma de vestir elegante, sino por revalorizar lo considerado como vulgar, por poner énfasis en las curvas del cuerpo. Ella llegó a decir algo así como: “Quiero ser algo más que una especie de afrodisiaco envuelto en celuloide”, siendo perfectamente consciente de la repercusión que tenía su imagen. La antítesis de esto es Audrey Hepburn, la quintaesencia de la elegancia de la época, una especie de contrafigura al glamour y opulencia de Marilyn. Audrey siempre fue muy delgada, con una figura estilizada, vestida con atuendos simples, con un estilo elaborado casi siempre por Hubert Taffin de Givenchy y por la diseñadora de la Paramount Edith Head, que ganó un Oscar por el vestuario de Sabrina. También muy chic es su vestuario en Vacaciones en Roma, y totalmente actual: pantalones pitillo, bailarinas y un estilo muy marinero. Lauren Bacall comenzó como modelo y acabó en Tener y no tener con un estilo muy clásico y elegante. Sobriedad y sofisticación caracterizan a esta actriz, que hizo del erotismo cinematográfico todo un arte.
Gran cantidad de estrellas de cine se han convertido en generadoras de modas y estilos, identificándose el espectador con ellas y llegando así a un punto de renovación constante. Además, los diseñadores también se inspiran en los grandes éxitos como referencia estética, y esto también les sirve como fuente de inspiración para sus creaciones. La diseñadora leonesa María Lafuente, por ejemplo, ha diseñado vestuario para cine, teatro y televisión. En una ocasión reconoció que le gustaría vestir a Cameron Díaz y a Natalie Portman. Las prendas de vestuario de cine no son “de calle”, como mucha gente piensa. Detrás hay un diseñador de vestuario. Las estrellas de cine se inventan mucho antes de que se exhiban en la hoy famosa alfombra roja, luciendo vestidos fascinantes. Cuando los diseñadores son capaces de crear con acierto personajes para una película, los actores y actrices consiguen que el vestuario hable por ellos antes de pronunciar palabra.
¿Quién no ha soñado alguna vez con ir “vestido como” y por lo tanto, ser, el protagonista de una de sus películas favoritas? Quentin Tarantino nos responde así: “El éxito de una película está, en que, al finalizar, queramos vestir como uno de sus personajes”. No se puede dudar de la influencia social que tiene el cine: las gentes se han vestido, han actuado y hablado como las estrellas a las que admiraban, lo que nos lleva a concluir que el cine es un espejo de la sociedad. Y la sociedad un espejo del cine.