El diseñador francés André Courrèges, padre de la moda futurista, fallecía en la noche del pasado viernes a los 92 años en de Neuilly-sur-Seine, junto a París, tras más de 30 años de “combate contra el mal de Parkinson”.
Fue uno de los grandes revolucionarios de la moda contemporánea. Un visionario que, junto a Paco Rabanne y Pierre Cardin, supo trasladar en sus diseños el pulso de una época: los años sesenta y setenta. En pleno auge de la carrera espacial y del prêt-à-porter entendió la necesidad de imaginar un futuro lleno de ingenios y prosperidad. Y de dotar a la mujer de un guardarropa funcional y liberador. “Ya no caminamos por la vida. Vamos corriendo, bailando. Conduces un coche, coges un avión. Tu ropa debe ser capaz de moverse también”, declaró.
Nacido en Pau el 9 de marzo de 1923, desembarcó en París en 1945, donde hizo su debut en la casa Balenciaga en 1950. Once años más tarde, abrió su propia compañía junto a su esposa y musa Coqueline. “Hemos de ponernos en contexto. Estábamos en plena posguerra. Lo práctico dominaba sobre la elegancia y la austeridad sobre la ostentación. André y yo empezamos a crear pensando en lo cotidiano con un horizonte: que las mujeres empezaran a ser felices”, contaba la señora Courrèges.
Expiloto militar e ingeniero civil, aplicó sus conocimientos arquitectónicos a la construcción de patrones. Popularizó el pantalón pirata y la minifalda. La autoría de esta pieza, hoy totalmente normalizada dentro del armario femenino pero entonces revolucionaria, desató una agria disputa entre el diseñador y Mary Quant. “Yo inventé la minifalda, Quant solo comercializa la idea”, defendía Courrèges.
El francés también fue un pionero en el uso de materiales hasta entonces inimaginables sobre una pasarela como el PVC. Sus siluetas geométricas y siempre sobradas de sentido del humor escandalizaron a la sociedad más conservadora al tiempo que enamoraron a grandes iconos de estilo de la época como Jacqueline Kennedy, Gloria Guinness, Paulette Goddard, Françoise Hardy o la duquesa de Windsor, fieles clientas y embajadoras de su personal estilo. Andy Warhol, que también se contaba entre sus admiradores, aseguraba que “todo el mundo debería ir vestido de Courrèges, con esas pintas, de color plata. La plata pega con todo. Debería llevarse de día y con mucho maquillaje”.
Su legado creativo se deja sentir aún hoy con fuerza en el trabajo de diseñadores de lo más dispares. Desde Karl Lagerfeld a Marc Jacobs, pasando por Jacquemus.
La firma tuvo un gran éxito durante varias décadas, pero fue perdiendo brillo hasta que en 1994 Courrèges decidió retirarse de las pasarelas ya enfermo para dedicarse a la pintura. La casa volvió a desfilar durante cinco años, ya sin él, en la semana de la alta costura de París. En 2002 volvió a cerrar sus puertas hasta el año pasado, en que Jacques Bungert y Frédéric Torloting, dos ejecutivos de publicidad que abandonaron la presidencia de la filial francesa de Young & Rubicam, decidieron devolverla a la pasarela con el consentimiento de Coqueline y junto al dúo de diseñadores Sébastien Meyer y Arnaud Vaillant.
“Toda su vida, André Courrèges, junto a Coqueline, nunca dejaron de avanzar ni de inventar cosas para matenerse siempre a la vanguardia. Eran una pareja de visionarios que adivinaron como sería el siglo XXI y creyeron en el progreso. Eso es lo hace que Courreges siga siendo moderno hoy en día”, han declarado Jacques Bungert y Frédéric Torloting a la publicación especializada en moda WWD.
El espíritu innovador de los Courreges no solo se limitó al diseño de prendas. Fueron una de las primeras empresas de moda en licenciar sus productos. En los años sesenta vendieron el 50% de su compañía al emporio cosmético L’Oreal, en manos del cual también dejaron la producción y distribución de sus fragancias, hasta 1983, en que fue adquirida por la japonesa Itokin.
Para expandir su marca en Estados Unidos también recurrieron a este tipo de asociaciones, de las que surgió, entre otras, su famosa línea de ropa deportiva Courrèges Sport Futur. Esta estrategia les permitió hacer de su marca una de las más populares de la época, pero también les restó control sobre la calidad de los productos que llevaban su firma, un hándicap que se hizo especialmente palpable en los últimos años de la casa.
Bungert y Tortoling, sus nuevos propietarias, han decidido permanecer fieles a este espíritu emprendedor y en la actualidad mantienen acuerdos con Estee Lauder, Eastpack, Evian, Alain Mikli y Le Redoute.
El presidente francés, François Hollande, destacó al conocer su muerte que “André Courrèges marcó con su huella a la alta costura francesa”.