Top francesa por excelencia de los años cincuenta y musa de los diseñadores Jacques Fath y Hubert de Givenchy, la modelo Bettina Graziani, o Simone Bodin (como en realidad se llamaba), falleció el lunes en París a los 90 años. Nacida en 1925 y criada en Normandía por su madre, se mudó a París tras la Segunda Guerra Mundial para convertirse en diseñadora. Entonces, poco se podía imaginar que ese sueño no se le iba a cumplir, pero que ella se convertiría en una de las imágenes más icónicas de la moda de mitad de siglo. Fue Jacques Fath quien decidiera cambiarle el nombre: “Ya tenemos una Simone, con ese aspecto, creo que te pega llamarte Bettina”, le dijo el modista, a quien ella escogió rechazando la invitación de la casa Christian Dior.
Si Fath le cambió el nombre, Givenchy, a quien ayudó a lanzar su casa de costura en 1952, llamó a uno de sus primeros diseños con el de la pequeña modeo -medía 1,66 metros-, la blusa Bettina, todo un icono de la moda de mitad de siglo con sus volantes en las mangas. Una prenda que también llegó a inspirar el frasco del perfume Amarige.
Su nombre volvió a sonar de nuevo en los últimos meses gracias a dos exposiciones. Su imagen abría la exposición que el museo Thyssen de Madrid le dedicó a Givenchy, y el pasado mes de noviembre se inauguraba en París una muestra sobre Bettina en la galería de su gran cómplice, el modista tunecino Azzedine Alaïa. Una exhibición con más de 100 fotografías de la carrera de la maniquí, condensada en poco más de una década, a través del objetivo de maestros de la talla de Erwin Blumenfeld, Robert Doisneau o Irving Penn. “Las fotografías han formado siempre parte de mi vida, es algo muy natural para mí”, recordaba ese día a EL PAÍS. Una inauguración en la que estuvo acompañada de sus amigos de la industria: desde el diseñador Kenzo Takada, a la crítica de moda Suzy Menkes o el modista Christian Lacroix.
Casada hasta 1950 con el fotógrafo y reportero francés Gilbert Benno Graziani, más tarde se uniría al guionista estadounidense Peter Viertel. Pero fue por su tercer amor por quien lo dejó todo: abandonó las pasarelas en 1955 tras prometerse con quien fuera el embajador en las Naciones Unidas por Pakistán, el príncipe Aly Khan. Una relación que duró cinco años hasta que un fatal accidente terminó con la vida del príncipe. Años después, en 1969 –y con los 42 años ya cumplidos- desfilaría de forma excepcional para Coco Chanel, que organizó un desfile para ella. Subida de nueva en la pasarela, ella fue más aplaudida que los vestidos.