
El duque de Windsor estaría encantado. Tras su abdicación, el antaño Eduardo VIII dedicó su vida a dos misiones: la primera fue mostrar a los cuatro vientos su amor por Wallis Simpson y la segunda fue defender a capa y espada que los trajes de cuadros, pese a lo que dijeran los dependientes de las sastrerías, podían ser apropiados para cualquier tipo de hombre.
A la vista de las colecciones que han pasado por Madrid Fashion Show Men, este último objetivo ha sido cumplido con creces. En unas jornadas marcadas por revisiones sport de la sastrería clásica (algo, por otra parte, inherente a la moda masculina), los motivos a cuadros han aparecido de forma constante. Para el sastre Lander Urquijo, son un modo de dar un nuevo giro a sus ya característicos trajes entallados. Su desfile tenía un marcado carácter narrativo: comenzaba con un modelo cubierto apenas por un taparrabos de tartán y concluía con un cíborg de rasgos metalizados. Entre ambos, una colección influida por los años 50, 60 y 70, los tonos grises y los trajes de tres piezas, con algunas concesiones al color en forma de abrigos largos y con una cuidada puesta en escena a medio camino entre el cine y un casino.
En el caso de la también madrileña Mirto, el hilo argumental giraba en torno a la globalización. Desde luego, pocos fenómenos hay tan globales como la sastrería y la camisería clásica, y el desfile reflejó ese afán universalizador que, sobre el terreno, se traduce en la trayectoria de una marca que lleva décadas proveyendo de camisas a varias generaciones de hombres. El toque diferenciador vino gracias a la seda, que abandonó el terreno de la ropa íntima y los pijamas para invadir looks de día.
Algo más deportivas, las propuestas de Cremieux y Altona Dock introdujeron notas de color. La primera lo hizo gracias a un cromatismo basado en los deportes de invierno, mientras la segunda optó por dosis de luminosidad australiana muy perceptible en los detalles en color melocotón que adornaban jerseys de punto grueso y camisas deportivas.
Las marcas que huyeron del discurso dominante aportaron también rarezas muy estimulantes. La marca americana de ropa interior Jockey siempre se caracteriza por presentar desfiles imaginativos que van más allá de un muestrario de sus productos. En esta ocasión, el responsable de darle forma fue el diseñador Carlos Díez, que ya ha colaborado anteriormente con la marca. Varias de las prendas que pudimos ver eran inconfundiblemente suyas, especialmente capas, ponchos, cortavientos, monos y batas que generaban un horror vacui de inspiración urbana mediante estampados llevados al extremo.
El fin de las jornadas deparó también una de las propuestas más abiertamente contemporáneas. Hominem, la marca masculina de tendencia de El Corte Inglés, presentó una imagen renovada y una colección que, aunque bebía de inspiraciones similares a las anteriores –el estilo mod–, renunciaba parcialmente a la sastrería tradicional para captar un público más joven. Sin abandonar la vocación comercial, sus prendas minimalistas, monocromas y de cortes limpios trasladaban una imagen muy actual y recordaban que, sin menospreciar la siempre necesaria sastrería, hay vida más allá del tweed.