¿Siguen siendo los colores una herramienta útil para definir las temporadas? ¿Podemos seguir hablando de colores de verano y colores de invierno? Las últimas jornadas de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid han demostrado que las paletas cromáticas también pueden ser conceptos líquidos, igual que los principios de la sastrería, la frontera entre moda masculina y femenina o entre prendas de día y prendas de noche.
El lunes, la colección de Ana Locking se centraba en el concepto filosófico del doble (Doppelgänger), pero los diseños masculinos de su propuesta huían de discursos experimentales y ofrecían algunas salidas muy realistas. Sus ejercicios de sastrería recuperan el corte mod pero integran colores pálidos y ácidos, como el amarillo limón o el turquesa, en prendas de tonos grises rematadas con pelo sintético teñido de colores. Otra de las líneas jugaba con texturas –por ejemplo de madera aglomerada– sobre camisas y conjuntos en amarillo cadmio. Podrían ser un trompe l’oeil, o simplemente la constatación del auge del estampado digital en los últimos años.
La de Locking fue la última propuesta de la sección “oficial” de la MBFWM en apostar claramente por integrar la moda masculina en sus colecciones. Los desfiles del martes estuvieron dedicados casi de forma exclusiva a las línea femeninas, así que el contraste con los desfiles de Samsung Ego, la pasarela de talentos emergentes que tuvo lugar el miércoles, marcó también una diferencia generacional clara: cuatro de las diez colecciones contaban con diseños para hombre.
En ese sentido, el unisex ha sido una constante. Hace un par de temporadas tan sólo Heridadegato lo reivindicaba, pero las colecciones de Xavi Reyes, Mikelcolás y David Catalán han jugado con la creación de siluetas amplias, prendas híbridas y juegos de longitud. La apuesta de Reyes por la geometría incluye prendas cuyos cortes limpios y acabados tecnológicos recuerdan con acierto al futurismo de los años 60. Sus casacas en colores rotundos, por ejemplo, recuerdan al Pierre Cardin de la era espacial pasado por el filtro digital, y se completan con estampados digitales, tejidos de aspecto satinado y préstamos deportivos como la cremallera.
En una línea similar, Mikelcolás presta más atención a la sastrería y la camisería tradicionales, aunque con toques high-tech, tejidos cortados a láser o dobladillos invisibles: el título de la colección, Reset, parece aspirar a una especie de tabula rasa que se traduce en monocromías minimalistas, longitudes variables y, sobre todo, un tratamiento muy especial de los tejidos que hace que tejidos de lana como el paño o el crep adquieran la consistencia y el tratamiento del punto de algodón o el neopreno. Al igual que Reyes, Mikelcolás propone un otoño en pantalones cortos, pero esta incongruencia nos recuerda que lo que importa en el EGO, más allá de la estacionalidad, son las demostraciones de talento y las declaraciones de intenciones.
En ese sentido, la mayor declaración de la segunda incursión de David Catalán en la pasarela madrileña ha venido gracias a un degradado cromático, desde el salmón hasta el burdeos, que ha ido desgranando de forma progresiva en las salidas de su desfile.
Claro que todas estas propuestas resultaban convencionales en comparación con la que abrió la pasarela emergente de la MBFWM. El diseñador Rubén Gómez, un viejo conocido del certamen, participó en las primeras ediciones del EGO antes de pasar años adquiriendo experiencia en distintas empresas del sector. Quizás por ello, su apuesta para el Samsung Ego Innovation Project tenía visos de todo o nada: entre una miríada de jóvenes que cruzaban la pasarela a toda velocidad, ocho modelos fueron transformando aparatosas prendas de abrigo en tiendas de campaña. El resultado fue un alarde de virtuosismo tecnológico, ya que integran funcionalidades propias de los wearables: permiten escuchar música, tienen wifi propia y se iluminan. Era un proyecto arriesgado, porque ni el ritmo del desfile ni la utilización de la pasarela entraban dentro de lo convencional. Sin embargo, acaso sea lo que hay que exigirle a una pasarela de talento emergente: que sus creadores se replanteen ideas preconcebidas y pongan en solfa aspectos tan poco discutidos como el uso que le damos a las prendas.