Y por fin llegó la gran boda del año, la del príncipe Harry y Meghan Markle. Y uno de los temas que inquietaba a todo el mundo y que no se ha desvelado hasta poco antes de las 12 del mediodía era cómo serían los vestidos de novia que llevaría la actriz, el de la ceremonia y el del banquete posterior.
A su llegado a la capilla de St. George en el castillo de Windsor, donde fue bautizado el príncipe Harry, Markle se dejaba ver con un elegante y minimalista vestido blanco y un largo velo sujetado por una preciosa tiara.
La estadounidense escogió a la diseñadora británica Clare Waight Keller -actual directora creativa de Givenchy- para su primer vestido. Waight Keller lleva al mando de la maison francesa desde marzo del año pasado y una de las interpretaciones de su elección es celebrar el éxito de la diseñadora al frente de una gran firma.
El diseño con el que trabajó la protagonista junto a Waight Keller codo a codo era sobrio y liso, con un escote de cuello de barco y que estaba inspirado en un diseño ‘vintage’ de Hubert de Givenchy. Lo complementó con un velo transparente, adornado con bordados en los bordes hechos de organiza y con una cola de cinco metros de longitud. La Duquesa de Sussex pidió a la diseñadora que reflejara en el vestido un homenaje a los 53 países que conforman la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones). Lo hizo bordando en el velo la flor típica de cada uno de ellos.
La tiara que ha lucido Markle ha sido el elemento más llamativo de su estilismo. Es de diamantes y pertenece a la abuela del príncipe Harry, la reina Isabel II.